Este municipio forma parte de la provincia homónima y al mismo tiempo está considerado como capital de la Isla y de la Comunidad Autónoma de Canarias, honor que comparte con Las Palmas de Gran Canaria.
Se localiza al nordeste de la isla de Tenerife en zona bañada por aguas del Océano Atlántico y la ciudad se erige entre la bahía que lleva idéntico nombre y el Macizo de Anaga.
Su extensión es de 150.56 kilómetros cuadrados y en enero de 2005 su población era de 221 567 habitantes. Quizás debido a que el municipio posee casi 60 kilómetros de costa, unido a una orografía abrupta, el clima pueda ser considerado árido con escasas lluvias que apenas llegan a poco menos de 300 milímetros al año como promedio.
El Adelantado Alonso Fernández de Lugo fue en el lejano año 1 494 el fundador de la ciudad y ya desde principios del siglo XVI surgieron los primeros trazados de sus calles, sin embargo el despegue como tal la ciudad comenzó a experimentarlo en el siglo XVIII debido fundamentalmente al desarrollo comercial que poco a poco fue adquiriendo su puerto, hecho que trajo por consecuencia que en 1 723 se estableciera allí la capitanía general.
Justo es consignar que el puerto pronto pasó a ser uno de los más importantes del Atlántico, ya que Canarias era paso ineludible para la flota que partía hacia América. El desarrollo de la ciudad es tal que en el siglo XIX, bajo el mandato de Fernando VII, tiene lugar el traslado de la capitalidad de Tenerife desde La Laguna a Santa Cruz.
La Laguna era hasta entonces el mayor centro de operaciones comerciales, pero por las razones antes expuestas fue perdiendo fuerza y en el siglo XIX tuvo lugar la expansión del viejo núcleo de Santa Cruz de Tenerife hacia el noreste, adquiriendo el plano urbano un trazado radial.
Atrás había quedado una etapa de mucha angustia y derramamientos de sangre, porque durante los siglos XVIII y XIX la ciudad fue víctima despiadada de ataques de piratas ingleses y holandeses. Cabe destacar el ataque del Almirante Nelson, el cual en un intento de tomar el territorio perdió un brazo por una bala del cañón Tigre, artefacto que se exhibe en el Museo del Ejército.
Una vez cerrado el capítulo de los ataques piratas el puerto comenzó a recuperarse y ampliar horizontes, por eso desde los albores del siglo XX comenzaron a operarse las transformaciones necesarias para que la rada tinerfina marchara acorde al desarrollo económico que comenzaba a producirse.
En 1907 fue creada la Junta de Obras del Puerto, organismo que se encargaría de la conclusión de las obras iniciadas previamente. Recoge la historia que el ingeniero Pedro Matos logró que se autorizara en 1911 una prolongación del dique exterior o muelle sur, a la vez que la creación de un nuevo dique o rompeolas que hoy conocemos como Muelle Norte, propuesto antes por su predecesor Prudencio Guadalfajara.
Las incesantes transformaciones cobraron fuerza al iniciarse la segunda mitad del siglo XX al hacerse realidad los planos concebidos por Miguel Pintor, cuyas principales características contemplaban por un lado la creación de los muelles de ribera, haciendo desaparecer el litoral original de Santa Cruz en beneficio de ganar línea de atraque, mientras que surgía una dársena especial para embarcaciones menores que hacía las funciones de dársena pesquera y que no obstaculizaba las operaciones en el muelle principal.
De igual forma se acometió la construcción de una dársena comercial (dársena sur) que por cierto es la que más problemas acarrea, debido a su situación desfavorable cuando imperan los vientos del sur.
No obstante el puerto ha incrementado su quehacer en medida que ha tenido que ir cubriendo nuevas necesidades, como es el caso del muelle de La Hondura para el tráfico de materiales relacionados con la refinería y el muelle del Bufadero, destinado para uso exclusivo de mercancías.
En síntesis, Santa Cruz de Tenerife tiene un toque distintivo en su puerto y sus pobladores. Esta ciudad, al igual que la isla en de conjunto vibran al compás de un marcado ascenso económico y social que tiene en el desarrollo turístico un sostén de incalculable valor.